La maestra es una cascada de palomas que aletean verdades, entona la voz y de sus labios brota el horizonte donde se contempla la ciencia alumbrando para que la oscuridad se aleje.
Explica con dominio del tema su clase, y la atmósfera de las cuatro esquinas del salón se vanaglorian del conocimiento, que como marea suave, erosiona el acantilado de cada rincón triste.
Las ventanas filtran la claridad de afuera, y de cada palabra suya emergen continentes, fórmulas para construir rascacielos, el aparato circulatorio que como el sol llega a todo el organismo, datos, fechas y los personajes de la literatura enarbolando la palabra limpia y pura para que no se pudra el lenguaje.
La maestra aquieta la conciencia de los ruiseñores que ya quieren ser águilas y cóndores remontándose hacia el éxito ciudadano. Los alumnos sudan la mente, atrapan el conocimiento y como si nada agazapan en el fondo de su alma una pantera dispuesta a saltar sobre el mundo y arrebatarle el cetro de mando.
La maestra es como la luna llena que habla y guía con su voz hacia el deslumbramiento anhelado de los alumnos que dicen “eso no lo sabía”, entonces el himno a la alegría les deja satisfecho su espíritu estudiantil.
La maestra es un cántaro que derrama el arco iris del saber científico, y ahí no termina su labor, tiene que sembrar sensibilidad en los que escuchan para que se colmen de sabiduría.
La maestra forja corazones fuertes, firmes, con su caudaloso ímpetu orientado hacia la cumbre de la grandeza. Los alumnos son un río que para obtener la victoria tienen que subir a la montaña derribando barreras, despejando problemas, ir contra corriente como los salmones, suspirar en el último esfuerzo y enarbolar la luz, como el águila que aferra a la serpiente, porque uno es el vencedor y otro el vencido.
La maestra deja en cada clase conocimientos y experiencia, lealtad a la verdad y esfuerzo del deber cumplido. Que te pague la vida, nuestra patria y las familias con una fuente de felicidad en la intimidad de tu alma.
Explica con dominio del tema su clase, y la atmósfera de las cuatro esquinas del salón se vanaglorian del conocimiento, que como marea suave, erosiona el acantilado de cada rincón triste.
Las ventanas filtran la claridad de afuera, y de cada palabra suya emergen continentes, fórmulas para construir rascacielos, el aparato circulatorio que como el sol llega a todo el organismo, datos, fechas y los personajes de la literatura enarbolando la palabra limpia y pura para que no se pudra el lenguaje.
La maestra aquieta la conciencia de los ruiseñores que ya quieren ser águilas y cóndores remontándose hacia el éxito ciudadano. Los alumnos sudan la mente, atrapan el conocimiento y como si nada agazapan en el fondo de su alma una pantera dispuesta a saltar sobre el mundo y arrebatarle el cetro de mando.
La maestra es como la luna llena que habla y guía con su voz hacia el deslumbramiento anhelado de los alumnos que dicen “eso no lo sabía”, entonces el himno a la alegría les deja satisfecho su espíritu estudiantil.
La maestra es un cántaro que derrama el arco iris del saber científico, y ahí no termina su labor, tiene que sembrar sensibilidad en los que escuchan para que se colmen de sabiduría.
La maestra forja corazones fuertes, firmes, con su caudaloso ímpetu orientado hacia la cumbre de la grandeza. Los alumnos son un río que para obtener la victoria tienen que subir a la montaña derribando barreras, despejando problemas, ir contra corriente como los salmones, suspirar en el último esfuerzo y enarbolar la luz, como el águila que aferra a la serpiente, porque uno es el vencedor y otro el vencido.
La maestra deja en cada clase conocimientos y experiencia, lealtad a la verdad y esfuerzo del deber cumplido. Que te pague la vida, nuestra patria y las familias con una fuente de felicidad en la intimidad de tu alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario