Porque una palabra es el sabor
que nuestra lengua tiene de lo
eterno, por eso hablo.
Rosario Castellanos
El periodismo es la conciencia del mundo, el espejo donde se refleja la política, la vida social y cultural de las naciones. Es fuego que alumbra la memoria de los pueblos, porque acerca y unifica criterios.
La libre expresión de las ideas en ocasiones es una parvada de palomas que acarician y, otras veces, es una lluvia de flechas que sangran susceptibilidades. Y esto ocurre en los pueblos, las ciudades, las metrópolis, y hasta en las pequeñas comunidades indígenas donde la voz proclama su verdad.
El 7 de abril pasado las locutoras indígenas Teresa Bautista Merino de 24 años y Felícitas Martínez Sánchez de 21, de la radiodifusora “La voz que rompe el silencio”, fueron asesinadas en el Estado de Oaxaca por defender y promover la autodeterminación del recién creado Municipio autónomo de San Juan Copala.
Las comunidades indígenas tienen derecho a tener sus propios medios de comunicación y manifestarse en su propia lengua preservando sus costumbres y tradiciones, pero los prejuicios raciales le niegan a los pueblos originarios de México el respeto a su derecho a pensar, creer, rendir culto y educarse con los conocimientos y sentimientos que le inspira la naturaleza, de donde viene toda la esencia del ser humano ligado al cosmos y a los ciclos naturales de la vida
.
El director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Koichiro Matsuura dijo: “Expreso mi más firme repulsa por los asesinatos de Teresa Bautista y Felícitas Martínez. Matar periodistas es un crimen odioso que causa un grave perjuicio a la sociedad en su conjunto, porque socava el derecho democrático de los ciudadanos a debatir las cuestiones de interés común disponiendo de información suficiente y adoptar decisiones políticas con conocimiento de causa”.
Nuestro país tiene vigente en su legislación convenios internacionales para darles a los pueblos indígenas personalidad jurídica, promover su desarrollo y respetar sus costumbres y tradiciones, sin embargo, en la realidad política no se cumple con estas leyes.
Las emisoras comunitarias indígenas no están reconocidas por la legislación mexicana y, por lo mismo, sus locutores no son considerados periodistas.
Ambas comunicadoras recibieron el 15 de mayo el Premio Nacional de Periodismo, que se les entregó post mortem por su trabajo en la radio comunitaria de la región mixteca de Oaxaca.
Las periodistas asesinadas son cántaros de agua virgen con voz de sonoras palabras que el eco expande y expande, porque tienen la fuerza de los amaneceres y el poder obtenido del significado de las puestas de sol.
Que el periodismo indígena proclame su voz autóctona y que se escuche junto con los sonidos de la selva, que las lenguas nativas se propaguen preservando conocimientos ancestrales, sentimientos y modernidad, sin perder de vista que venimos del sol, anochecemos y después de la penumbra decimos: “Cuántos colores tiene la felicidad”.
que nuestra lengua tiene de lo
eterno, por eso hablo.
Rosario Castellanos
El periodismo es la conciencia del mundo, el espejo donde se refleja la política, la vida social y cultural de las naciones. Es fuego que alumbra la memoria de los pueblos, porque acerca y unifica criterios.
La libre expresión de las ideas en ocasiones es una parvada de palomas que acarician y, otras veces, es una lluvia de flechas que sangran susceptibilidades. Y esto ocurre en los pueblos, las ciudades, las metrópolis, y hasta en las pequeñas comunidades indígenas donde la voz proclama su verdad.
El 7 de abril pasado las locutoras indígenas Teresa Bautista Merino de 24 años y Felícitas Martínez Sánchez de 21, de la radiodifusora “La voz que rompe el silencio”, fueron asesinadas en el Estado de Oaxaca por defender y promover la autodeterminación del recién creado Municipio autónomo de San Juan Copala.
Las comunidades indígenas tienen derecho a tener sus propios medios de comunicación y manifestarse en su propia lengua preservando sus costumbres y tradiciones, pero los prejuicios raciales le niegan a los pueblos originarios de México el respeto a su derecho a pensar, creer, rendir culto y educarse con los conocimientos y sentimientos que le inspira la naturaleza, de donde viene toda la esencia del ser humano ligado al cosmos y a los ciclos naturales de la vida
.
El director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Koichiro Matsuura dijo: “Expreso mi más firme repulsa por los asesinatos de Teresa Bautista y Felícitas Martínez. Matar periodistas es un crimen odioso que causa un grave perjuicio a la sociedad en su conjunto, porque socava el derecho democrático de los ciudadanos a debatir las cuestiones de interés común disponiendo de información suficiente y adoptar decisiones políticas con conocimiento de causa”.
Nuestro país tiene vigente en su legislación convenios internacionales para darles a los pueblos indígenas personalidad jurídica, promover su desarrollo y respetar sus costumbres y tradiciones, sin embargo, en la realidad política no se cumple con estas leyes.
Las emisoras comunitarias indígenas no están reconocidas por la legislación mexicana y, por lo mismo, sus locutores no son considerados periodistas.
Ambas comunicadoras recibieron el 15 de mayo el Premio Nacional de Periodismo, que se les entregó post mortem por su trabajo en la radio comunitaria de la región mixteca de Oaxaca.
Las periodistas asesinadas son cántaros de agua virgen con voz de sonoras palabras que el eco expande y expande, porque tienen la fuerza de los amaneceres y el poder obtenido del significado de las puestas de sol.
Que el periodismo indígena proclame su voz autóctona y que se escuche junto con los sonidos de la selva, que las lenguas nativas se propaguen preservando conocimientos ancestrales, sentimientos y modernidad, sin perder de vista que venimos del sol, anochecemos y después de la penumbra decimos: “Cuántos colores tiene la felicidad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario