domingo, 28 de diciembre de 2008

LA DESNUDEZ

El desnudo en el arte es plasmar las estrellas en tus ojos, el oleaje en tus caderas, las frutas en tus labios y tus pechos, las flores en el pubis, las palomas en tus manos y, la poesía, que es la voz de los dioses, en tu corazón.

La belleza es desnuda como los amaneceres, es sensual como la ondulante hoguera que quema los leños hasta hacerlos ceniza y de entre el polvo gris surgir poderoso un relámpago que chisporrotea embravecido clamando: tu cuerpo y tu amor son míos.

Miguel Ángel pintó sus monumentales frescos en la capilla Sixtina del Vaticano con escenas de varones y mujeres desnudos en actitudes dramáticas, serenas y sublimes con el gesto altivo, temeroso, callado, sumiso, a la expectativa, lloroso, imponente y, en conjunto, majestuoso.

Así se acercó la fotografía del neoyorquino Spencer Tunick al arte, cuando en el zócalo de la ciudad de México convocó entre 18 y 20 mil personas, hombres y mujeres que desnudos comenzaron a entrar a las seis de la mañana a la plaza para la sesión de fotos en las que captó, en un mosaico de femeninas formas y varoniles personajes la desnudez colectiva teniendo como marco los edificios coloniales aledaños.

Mosaico humano de desnudas líneas y siluetas; blancas, morenas y rosadas pieles tejiendo armonía, dinamismo, belleza y sensualidad bajo la luz de la mañana del lugar donde un día se levantaba majestuoso la gran Tenochtitlan.

El zócalo tiene 20 mil metros cuadrados de superficie, ese amanecer hacía medianamente frío, todas las personas que entraron estaban acreditadas, las fotografías fueron en posiciones de pie, acostados y fetal además de una toma para mujeres únicamente, la catedral no fue incluida y la bandera nacional no se izó, el proyecto costó 1.25 millones de pesos o sea 85 mil euros.

Cómo no recordar los versos de Neruda “ah, los vasos del pecho, ah, las rosas del pubis, ah, tu voz lenta y triste”. A Federico García Lorca “en las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos y se me abrieron de pronto como ramos de jacintos…sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío…sucia de besos y arena yo me la llevé del río”. Y la verdad poética de Béquer “mientras exista una mujer hermosa ¡habrá poesía!”.

Artículo y fotografía con Derechos Reservados.

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