La muchacha pobre de Hecelchakán barre y barre su municipio. Barre por el Oriente donde está Cumpich y Dzitnup y sale como multitud de mariposas el sol; barre por el poniente donde está Jaina y Chunkanán y de la oscuridad salen estrellas.
Mientras barre piensa en el amor que la hace suspirar, sonríe y de su sonrisa se desprende un arco iris; canta muy despacito, y cuando limpia junto al imponente árbol del ceibo se le engrandece el amor en su sentimiento, porque recuerda al guerrero con corazón de jaguar que le regaló un ramito de florecillas silvestres moradas.
Barre y barre la muchacha su municipio, el viento la enamora y el sol se prende en su cabello; ve unas palomas con precio que tímidas remontan el vuelo muy lejos y sigue barriendo.
En el jardín del desprecio barre hojas transparentes bañadas con rocío y brota una inmensidad de girasoles; ella sigue barriendo como si fuera un vals, llega al rincón de las flores azules donde una lechuza se llama “traición”, limpia bien la muchacha y resplandecen primaveras, pájaros cristalinos y magnolias de versos.
Parece que ha terminado de barrer, pero ve una corona real y la barre hasta afuera, ve tres escorpiones de oro y las barre sobre las hojas secas que ya se queman.
La muchacha está contenta, mira bien su territorio y todo está muy limpio: las comunidades con su hipil de plenilunio, de las colinas brotan chispas de esmeralda vegetal, y los plantíos de maíz son manos de jade ofrendando mazorcas de ámbar.
Mira el horizonte y ahí está su gran amor: el guerrero del crepúsculo que le dice en su poema que estalla en luz púrpura, dorada, azul y paz violeta: “Hoy te amo más, más y más”.
Mientras barre piensa en el amor que la hace suspirar, sonríe y de su sonrisa se desprende un arco iris; canta muy despacito, y cuando limpia junto al imponente árbol del ceibo se le engrandece el amor en su sentimiento, porque recuerda al guerrero con corazón de jaguar que le regaló un ramito de florecillas silvestres moradas.
Barre y barre la muchacha su municipio, el viento la enamora y el sol se prende en su cabello; ve unas palomas con precio que tímidas remontan el vuelo muy lejos y sigue barriendo.
En el jardín del desprecio barre hojas transparentes bañadas con rocío y brota una inmensidad de girasoles; ella sigue barriendo como si fuera un vals, llega al rincón de las flores azules donde una lechuza se llama “traición”, limpia bien la muchacha y resplandecen primaveras, pájaros cristalinos y magnolias de versos.
Parece que ha terminado de barrer, pero ve una corona real y la barre hasta afuera, ve tres escorpiones de oro y las barre sobre las hojas secas que ya se queman.
La muchacha está contenta, mira bien su territorio y todo está muy limpio: las comunidades con su hipil de plenilunio, de las colinas brotan chispas de esmeralda vegetal, y los plantíos de maíz son manos de jade ofrendando mazorcas de ámbar.
Mira el horizonte y ahí está su gran amor: el guerrero del crepúsculo que le dice en su poema que estalla en luz púrpura, dorada, azul y paz violeta: “Hoy te amo más, más y más”.
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