AUTOR: FERNANDO LEYBER AYUSO MARTÍN.
Este cuento se remonta al antiguo pueblo Maya de Hecelchakán.
Un día, como cualquier otro, en tiempos de sequía, un niño llamado Uinic Balam (Hombre Jaguar) le preguntó a su papá:
-¿Por qué lloras tanto?-.
Su padre le contestó:
-Es por que Itzam Na (Dios de los cielos) no nos quiere, le ha dicho a Chac (Dios de la lluvia) que no haga llover-.
Así pues, pasaron los años, la sequía siguió en el pueblo. Aquella plática que tuvo con su padre quedó en el olvido. Uinic Balam también se había olvidado de sus dioses.
Pero cierto día, el Dios Chac pidió un P’a chi (sacrificio) de una doncella; como la gente del pueblo no quería perder a uno de sus seres queridos se rehusó, y como represalia el Dios no dejo que lloviera; la gente le oraba y en sus oraciones también le rogaban a Itzam Na (Gran señor del cielo).
El Dios escuchó sus suplicas, y con voz fuerte y estruendosa dijo: “Si Chac les pidió el sacrificio de una doncella lo tienen que cumplir”.
Mientras tanto, Uinic Balam cortejaba a una muchacha que era la más bella de la región y se llamaba Nicté-Há (Flor de Agua). Chac lo sabía y por tal razón la pidió en sacrificio.
Enterado el joven, fue con un H-Men (curandero) y le preguntó si había alguna forma para evitar el sacrificio. El brujo le contestó: “sí, pero tienes que sufrir mucho. Tendrás que caminar desde Helelchakán hasta Nohalal, al llegar a tu destino ofrecerás Balché (licor con miel fermentada) a Yum Kax (dios del monte y las aves), le pedirás que te muestre el camino para llegar al Pochote (Ceiba sagrada), al árbol le quitarás diez hojas, harás un jugo con ella y se lo darás a beber a la doncella”.
Uinic Balam siguió al pie de la letra todas las indicaciones del brujo. Chac no se pudo acercar a Nicté-há. Ante este impedimento el Dios no se quedó atrás, mandó a uno de sus emisarios para que buscaran un árbol llamado Yaxché (árbol siempre verde); cuando la joven dormía el emisario del Dios Chac impregnó en toda la choza el olor de las hojas del árbol, con ese aroma la poción dada por Uinic Balam a la joven desapareció.
Al día siguiente, Nicté Ha le comentó al joven que se sentía mal; éste la llevó con el H-Men quien le dijo lo que había sucedido; “existe otra forma de protegerte del Dios Chac, consigue un niño al que no le hayan hecho el Hetzmek (tomar en brazos o tomar entre las piernas), tráemelo y luego seguiremos con el rito”.
El muchacho fue con uno de sus primos y le pidió a su bebé de 7 meses de nacido para poder hacerle Hetzmek; su primo accedió.
Uinic Balam llevó al pequeño con el curandero, quien le dijo: ”busca un espino, y con él pica al bebé en uno de sus dedos, la sangre que le salga úntala en el códice de la palabra sagrada de Hunab Ku (único Dios), de él brotará el Zuhuy Kak (fuego virgen) que servirá para que le untes a la muchacha; lo que te sobre guárdalo como un don preciado.
El Dios Chac no sabía que la muchacha había sido protegida de nuevo y se quedó confiado porque pensaba que ya podía tomarla como sacrificio. En la noche él mismo fue por la joven, pero no podía acercarse a ella por el rito hecho por el brujo.
Chac muy enojado fue por el joven para matarlo, pero en ese instante Uinic Balam se encontraba en casa del H-Men que sintió la presencia del Dios Chac y le dijo al joven que se escondiera detrás del altar de Hunab Ku para que lo protegiera; el brujo peleó arduamente contra el Dios, pero desafortunadamente salió perdiendo en la pelea; Chac, al ver que no podía llegar al Hombre Jaguar se fue prometiendo que regresaría en su búsqueda.
Con su último aliento el curandero habló al muchacho y le dijo: ”cuando regrese el Dios Chac no te le enfrentes cara a cara, finge que le tienes miedo, cuando esté confiado, con el Fuego Virgen...”. El pobre brujo no pudo terminar de hablar pues había muerto.
El joven salió a toda prisa de la choza del brujo llevando consigo el “fuego virgen”.
Al amanecer del día siguiente el Dios Chac salió por el joven, lo buscó por todo el pueblo hasta que lo halló en casa de la doncella. El Dios le dijo: ”Sal a enfrentarme si tanto amas a Nicté-ha”.
Uinic Balam salió, pero recordó las palabras del brujo y no se enfrentó cara a cara al Dios Chac quien molesto por esto le lanzó varios rayos, pero ninguno logró tocar al joven.
Era una pelea desigual, hasta que el joven Balam recordó que llevaba consigo el “fuego virgen” y pensó: “cómo haré para ganarle al Dios si sólo traigo este fuego que no quema”.
Chac se le tiró encima y lo comenzó a golpear, entonces Uinic en ese preciso instante tomó el fuego y se lo untó a Chac en el rostro, que empezó a gritar de dolor, el fuego le entró en los ojos, lo había dejado ciego; sin saber a dónde caminaba el Dios Chac fue a dar al territorio del Dios Chi chá (Rasgo de serpiente y jaguar), su peor enemigo, que al ver sus condiciones lo empezó a golpear poco a poco, el Dios Chac al no ver a su rival comenzó a tirar fuertes relámpagos por todas partes que impactaron casi todas en la tierra hasta que uno rebotó en una laja y regresó a su lugar de origen matando al Dios Chac.
Mientras tanto, Uinic Balam y Nicté-ha se unían nuevamente, ahora sin el acecho del malvado Dios. Al mes siguiente contraerían matrimonio ante el altar del Dios Hunab Ku.
Llegó el día de la boda, cuando la pareja selló su unión con un beso Hunab Ku hizo caer una pequeña llovizna en forma de cortina transparente, que después se convertiría en torrencial aguacero; esto no era más que las lágrimas del Dios Chac antes de morir.
El pueblo se regocijó porque tendría una abundante cosecha y los cenotes se llenarían de la celestial agua pura. Reinó entonces la felicidad en el alma del pueblo y en el corazón de Nicté-Ha y Uinic Balam.