sábado, 11 de octubre de 2008

LA CITA




Ha pasado el tiempo y te recuerdo.

Encontrarte nuevamente fue un milagro.

Las espinas de las cosas que dijimos aquel día
anegaron de dolor nuestra ilusión,
pero quiso reunirnos el destino nuevamente.

Hoy, al verte
se reabren mis ocultas cicatrices
y me nacen la esperanza, la emoción y la alegría

Recuerdo
que después de haberte conocido
por teléfono te oía siempre fiel.
te llamaba de la calle, de la playa,
del lugar donde pensaba en ti.

Después de conocerte pasó el tiempo
y el teléfono y la voz nos reunía nuevamente
para hacernos florecer el corazón.

Hoy, de nuevo te encontré
y fijamos una tarde para vernos otra vez.

Te pensé durante el día,
al tratar de ver televisión,
en la noche, al contemplar el plenilunio;
te pensé con fuego de recuerdos en mi pecho.

Al llegar la hora de la cita
en el parque te esperaba;
el kiosco parecía más hermoso,
las palomas con revuelo se alejaban
asustadas por los niños;
un payaso que reía
formaba burbujas de colores;
con el viento jugaban las hojas de los árboles
y el reloj de la asoleada catedral
marcaba ya la hora en que debías de llegar.

Pasaron los minutos,
el sol moría en el lejano firmamento y en el mar,
se fue adueñando la tristeza de mi ser.

Te esperaba y no llegabas,
te esperaba con temblor mi corazón.

Se opacó la luz de mi alegría,
mi tristeza aumentaba más y más.

Y de pronto la canción de tu esplendor,
tu presencia de mujer;
palpitó mi corazón,
se iluminó de vida el panorama;
me invadió el color del regocijo,
la total felicidad.

Ahí estabas tú
para hacer de mi dolor un mundo nuevo;
para darme la esperanza del amor.

Ahí estabas tú
y cantó mi mundo de felicidad;
se elevaron mis plegarias hasta Dios;
me llené de paraísos de alegría
porque estabas tú, porque estabas tú
y yo contigo.