sábado, 11 de octubre de 2008

HASTA EL FINAL




Dejemos que nuestra imaginación
Vuele, y creemos con ella la realidad
De nuestros sueños.

AUTORA: ERIKA ALEJANDRA GUTIÉRREZ EUÁN

Había despertado, y lo primero que sintió fue la molestia al abrir los ojos ante tremenda claridad, la luz era demasiado intensa para aquel par que había vivido sumido en la oscuridad abismal por largo tiempo, no tenía idea de dónde estaba…y lentamente se fue incorporando sintiendo las molestias de aquellas agujas que se le enterraban en la piel.
Mientras examinaba el lugar con la vista, miró a su costado, todo era tan blanco…las paredes, los muebles, las sábanas que la envolvían, inclusive el pequeño cartel que tenía a los pies; lo miró e intentó leer lo que se encontraba ahí plasmado: “Coma temporal”…¡coma temporal?.
Vaciló por unos momentos, con una sonrisa nerviosa, y sin tomarle importancia debida siguió husmeando con la mirada entre la desconocida habitación, se percató que en aquel blanco buró que le acompañaba, un pequeño sobre relucía incitándola a tomarlo, lo sostuvo por unos momentos como esperando recibir respuesta de su contenido con tan sólo observarlo y de su interior extrajo varios papeles en donde se empezaba a leer: “Ahora esos ojos estarán mirando sin sber que pensar, te entiendo, tal vez no fui del todo prudente, pero ahora es momento que selles el agujero dentro de ti, no quiero recordarte más dolor, ése es el objetivo de esta carta, trazar en tu alma una nueva esperanza. Tú y yo nos amamos y lo haremos así por siempre. Quizás ahora no lo entiendas y te preguntes quién te escribe, pero espera pronto lo sabrás.
Nos encontramos tan diferentes, y con nuestros 18 años es más que evidente: te describo con aquella tez blanca semejante a la nieve, contrastante con aquel largo cabello negro, ondulado, que caía como olas hasta la parte baja de la cintura enmarcando unos profundos ojos grises, enormes, aquel par que te dan una mirada tan misteriosa y penetrante que hechiza a cualquiera.
Yo, en cambio reflejo tu contraparte, alto y con el cabello desgreñado, el estereotipo común de un chico, de un rebelde sin causa que no encaja con la chica más popular de la escuela, hermosa e inteligente, una excepción de la naturaleza quien se fijó en el mujeriego del lugar, en el tipo con la mirada coqueta que tan mal te sentó en un principio. Aún recuerdo como si fuera ayer lo que me propuse desde aquella tarde en que mis ojos se detuvieron en ti, vestías el típico uniforme que te encajaba a la perfección y así, aquel cazador fue cazado por su presa.
Caí profundamente enamorado de aquella chica que miraba con fastidio el cuadernillo entre sus piernas. Cuando chocamos hasta el punto de lograr un acercamiento y al intercambiar palabras por primera vez, nos percatamos de que el sentimiento era mutuo. En muchas ocasiones nos habíamos sonrojado al percibirnos de que llevábamos tiempo embelesados con las miradas. Una vez intenté pasarme de listo, me acerqué de más a los labios de aquella que me quitaba el sueño y nuestro primer beso no había sido tan placentero, reaccionaste de tal manera que aún recuerdo el dolor de aquella bofetada y mientras yo hacía muecas de dolor, tú sólo te limitaste a darme la espalda como toda una dama indignada caminando tan gallardamente con aire de triunfo por donde habías venido, dejándome solo con una mano en la mejilla colorada.
Admito que no eras fácil de entender, ¡y menos de convencer!, pero en verdad me tenías preso el corazón; tan fuertes eran mis sentimientos que por momentos sentía cómo los latidos parecían quemarme el pecho. Al final mis desveladas pensándote valieron la pena: me diste la oportunidad y más feliz no pude ser, desde ese mismo día te di lo que espero aún conserves”.
Por un momento aquella chica despegó la mirada de aquel trozo de papel que en segundos adquirió un valor tan importante como si de oro se tratase, sentía una gran nostalgia en su interior, retomó en sus manos el sobre que yacía entre las sábanas arrugadas, le dio unos pequeños golpes y de su interior cayó un objeto que relucía con los rayos del sol que se filtraban por la ventana. Lo tomó temblorosamente, era unanillo de plata en el cual se leía con unas preciosas letras su nombre: ÍNTEGRA. Con la cabeza llena de dudas continuó leyendo:
“Tú merecías algo mejor, pero en aquellos momentos sólo disponía d ello, siempre lo levabas consigo y cada mañana al verte con él sonreía para mí, me encantaría que pudieras tener en a cabeza mi recuerdo, porque yo viviré aún en la muerte con los tuyos.
Después de lo suscitado sonreía por dentro al recordar que cada vez que te hacía enojar sólo te limitabas a refunfuñarme y me reprochabas que no te prestara atención, ¡pero por Dios mi niña!...si yo vivía por ti. Cuando llorabas, todo recuerdo feliz se esfumaba…y yo sólo te rodeaba con mis brazos atrayéndote a mi cuerpo, me limitaba a callar el arrebato de sentimientos; me sentía tan mal viéndote sufrir así, mi mundo se volvía trizas, pero obtenía más ganas de pelear para verte sonreír.
No iba a permitir que nadie te lastimara de nuevo. ¿Quién puede asegurarme que l amor sólo viene con la madurez? Te adoraba cuando me mirabas, al sentirte cerca, cuando me gritabas, cuando te abrazaba y cuando sentía los latidos de tu corazón, aunque nunca te lo hubiese dicho era más que obvio: te amaba tanto que sacrificaría mi vida sólo por verte sonreír, por saber que eres feliz y en aquellos momentos una nueva razón de existir se forjaba, necesitaba ver que tu luz nunca se extinguiera.
Porque verte alegre era una sensación más allá que sólo deseba besarte. Imposible de describir lo que me permitía ver la vida de otra manera y darme cuenta lo afortunado que era por tenerte aquí. Fuimos hechos el uno para el otro, viviendo para los dos, soñando despiertos, caminando lado a lado, intercambiando nuestros más anhelados sueños con la mirada, con tus ojos, en un lenguaje oculto para algún indiscreto.
¿Por qué todo cambió? Perdóname por ser otro, por volverme de un carácter tan frío, nunca quise causarte daño, no creí que el dolor te embriagara de tal manera. Aquel día subiste en la moto y fuiste a correr. Dime acaso ¿qué chica se sentía liberada con tal afición?, en verad que eres única, pero no debiste ir tan rápido, el enojo y la ira nublaron tu mente, respondías incorrectamente a tus impulsos…hasta aquél fatal error.
No sabré el dolor que habrás sentido en esos momentos, pero tu vehículo quedó destrozado y tú yacías lejos de él.
Lloré con tanta fuerza que sentía cómo golpeaba mis costillas, todo había sido mi culpa y en esos momentos tu recuerdo me vino a la mente.
Corrí como pude, entre mis arrebatos de sentimientos recordé todo lo pasado. Te habían logrado mantener con vida…te vi pasar en una camilla. La sangre te cubría el rostro, pero yo sabía que debajo de aquellos párpados cerrados se hallaban los ojos más hermosos que pudiera conocer. Todo el tiempo que habíamos pasado juntos se hacía presente en esos momentos, me derrumbaba por dentro al pensar que esos tres años interminables podrían llegar enfrente de mis ojos a su fin…Te abracé contra mí, tenía que protegerte, que sintieras que no estarías sola en aquella habitación tan fría, en una cama donde no podías saltar, inmersa en un mundo desconocido de naturaleza incomprensible, te veía ahí, inerte sobre las sábanas blancas que de un momento a otro logré confundir con tu piel, porque tu rostro una vez vivaz e inocente, ahora no poseía ese color rosa en las mejillas, se había tornado frágil y de cierta manera intangible para mí…dormías, soñabas, vivías en otro tiempo.
Tres…cuatro…cinco ¿Cuántas horas más se necesita en un hospital para tener noticias?, entraba en angustia y no buscaba mejor consuelo que tu recuerdo para calmar mi llanto. Juro que al ver al médico recordé que Dios aún existía, me acerqué a él con la respiración tan fría qu podía sentir cómo la sangre se congelaba, no podía hablar, tenía tanto que decir, y él sólo me miró con pesar, me imaginé lo peor y las piernas empezaron a temblarme, pensé que te perdería y no…¡simplemente la idea no entraba en mí!.
No entendía que mientras nosotros estábamos ahí parados perdiendo el tiempo con estúpidas charlas, tú podrías estar debatiéndote entre la vida y la muerte. Rogaba, le imploraba a Dios que lo que me imaginaba sólo fuera parte de mi exagerada mente, pero lo que a continuación escuché me dejó destrozado: habías perdido demasiada sangre, pero tus ganas de vivir te habían salvado como un títere que resiste con sus hilos. Sobreviviste…pero tus recuerdos se había esfumado. Tu cabeza golpeó tan fuerte contra el asfalto que sufriste un trauma, tu infancia, tu adolescencia, nuestros recuerdos ahora yacían como la sangre que quedó derramada en aquella escena y yo sólo callé, dejé de llorar, ahora entendía lo que pasaba y mi presencia sólo te causaría más daño. La nostalgia se volvería adictiva, sufrirías por recordar un amor que tal vez se ha esfumado en ti.
Perdimos demasiado tiempo. No me arrepiento de ningún segundo que pasé contigo, no voy a olvidarte aún si hemos de morir, porque eso es algo que no puedo…¡inconscientemente los momentos que involucran sentimientos fuertes no importa de qué tipo se quedan, permanecen y se repiten de forma constante a lo largo de nuestra existencia, no logro recordar algún instante del cual me arrepienta, porque aún las lágrimas, las horas tristes, la soledad lograron que nos uniéramos mucho más.
Tengo tanto que decirte; tú siempre fuiste lo que me impulsó a seguir cuando más lo necesitaba ¿y sabes algo?, si yo perdiera este sentimiento, si me olvidara de lo que es amar a alguien con esta intensidad, estoy seguro que con tan solo mirar esos preciosos ojos me volvería a enamorar una y otra vez de ti. Somos la prueba misma de un gran amor, porque el hecho de que no terminemos juntos no quiere decir que no nos amemos, porque un amor como el nuestro perdura por siempre.
Tú hubieses hecho o mismo por mí ¿verdad? Te hubieras alejado para protegerme como yo lo hice. Entonces tendré que pedirte perdón, porque no pude vivir sin ti, porque decidí cobardemente acabar con la vida tan vacía que llevaba, por saber que nunca más podría rodearte con mis brazos, pero antes de decir adiós completamente, recuerda que siempre aún con todo, tú serás la única que tocó mi corazón”.
Jonathan.
Aquella chica arrugó la carta, sin percatarse había soltado la hoja que segundos atrás sujetaba con tal fuerza que sus uñas lograron dejar marca. Lágrimas silenciosas rodaban por sus blancas mejillas, mientras en sus manos sujetaba un anillo9 en donde profundamente grabado se leía su nombre.