sábado, 27 de septiembre de 2008

EL DEPORTISTA


Traspasa la pelota el gran anillo,
el hule viene y va por las paredes;
la lucha es una esgrima de tigrillos
buscando cada quien tender sus redes.

El Deportista de Hecelchakán es el guerrero bajo el sol conjugando músculo, libertad, idea y convicción.
Tiene un solo afán: combatir la adversidad, ponerle yugo al cansancio y en el momento en que decae el ánimo suspirar y como un águila desafiar al viento, enjaular el “ya no puedo” y con más ahínco arrebatar el triunfo y exclamar con el fuego dentro del alma: ¡victoria!.
Ser deportista es escalar la cumbre de la proeza, vencer el desafío, sentir que explota el sol entre las venas y proclamar: ¡poderoso!.
El deportista no sucumbe a la derrota, la deja en el olvido, el deportista abre cauce: un destino de amar la luz de la victoria y convertir la sombra de la derrota en un “volveré a intentarlo”.
El deportista es artista, martillo y yunque: da pincelazos de un cometa y con el martillo de su corazón modela sobre el yunque de la cancha la voluntad y convicción que forjan a un ser humano con ímpetu, inteligencia y sudor.
El deportista nunca dice estoy triste, es fiero, es la ola erosionando el acantilado, es el jaguar en medio de la noche saltando sobre su presa que es el triunfo del amanecer.
El deportista es una flecha que va y va con alegría, armado con su escudo de habilidades y su lanza de combate a su destino: el trofeo del alma fraguado bajo el sol.